…Es la contemplación del rostro de Cristo lo que hace que aparezca la pasión incontenible de proclamarlo y darlo a los otros y hace capaces de reconocerlo presente en el rostro de los pobres y los marginados. Sólo si uno es conducido por el Espíritu es posible experimentar la profundidad del amor de Cristo, del que mana la fecundidad de la misión y el testimonio que debe llenar la Iglesia y el mundo del buen perfume de Cristo (cf. 2 Cor 2,14-15). Oración, contemplación, imitación de Cristo constituyen el alma de toda actividad apostólica, las únicas que permiten al apóstol, como escribí en la encíclica Deus Caritas est, beber “siempre de nuevo de la primera y originaria fuente que es Jesucristo, de cuyo corazón traspasado brota el amor de Dios (n.7). Está aquí la metodología perenne de la actividad misionera. Se pide a todos los cristianos que sean testigos creíbles de este amor de Dios para hacer que surja el atractivo del Evangelio, hacer conocer y amar la Iglesia y contribuir a la dilatación del Reino de Dios. El verdadero misionero es el santo y el mundo espera misioneros santos…
Benedicto XVI
Extracto del Mensaje a los misioneros. Roma, 6 de mayo de 2009